Sobre la comunicación, o la
forma en que interpretamos al otro...
Como es obvio, en
el plano social, los hombres no se comunican entre sí directamente de cerebro a
cerebro, sino por medio de procesos especializados en la comunicación, me
parece interesante desarrollar su funcionamiento, para así intentar entender el
porqué de ciertas conductas.
Sobre la
importancia de la comunicación humana, se me ocurre referenciarme en un par de
relatos, uno bíblico, que debe ser por todos conocidos: La torre de Babel
(génesis 11:1-9), según dicho relato, después del diluvio, los habitantes de la
tierra tenían "una sola lengua y unas mismas palabras", lo que fue
decisivo para que, establecidos en una llanura de la tierra de Sinar,
colaboraran todos, utilizando nuevas tecnologías (ladrillos de barro cocido en
lugar de piedras), en la construcción de una ciudad y en su centro una torre,
que debería llegar al cielo. Enterado de esto, Jehova, en un típico lenguaje
monárquico que después será continuado por el capitalismo, dice: "he aquí
el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la
obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues,
... confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su
compañero." En hebreo balal significa confundir.
Para quienes
hayan visto la película Stargate, no habrá pasado desapercibido que el
descifrar escrituras abre puertas... o, casualmente, al cielo. Además la película
agrega el condimento de que el dios Ra tiene prohibida la escritura y la
lectura al pueblo, para evitar su organización y rebelión.
Cualquier
semejanza entre estos relatos y la función de los medios de comunicación
actual, corre por cuenta de quien lo piense...
La vinculación
conceptual utilizada no es aleatoria, tiene que ver, con lo que yo considero
una de las adquisiciones mas evolucionadas e importantes de la comunicación
humana, cual es la de avanzar y construir en conjunto, dado que somos
individuos sociales, y es, ésta herramienta, la que nos ha hecho llegar hasta
los confines de nuestra galaxia (el cielo de la Biblia?). Dicho de una forma
mas vulgar, la falta de comunicación avanzada no hubiera impedido el
apareamiento y no pondría en peligro nuestra supervivencia en el planeta.
Ahora bien, desde
que el hombre escribe sus pensamientos, siempre ha demostrado interés en desarrollar
explicaciones teóricas para éste fenómeno. Así, desde Aristóteles hasta
mediados del siglo pasado, la comunicación se explicaba con un modelo de códigos
en el que comunicarse consistía en codificar y decodificar mensajes. Sin
embargo este modelo teórico no aportaba respuesta a fenómenos mas complejos,
como son la comprensión de los pensamientos, o,
la paradoja chomskiana de la pobreza del estímulo y de la riqueza de los
conocimientos internos. Dice Chomsky, ¿cómo una palabra, de significado intrínsecamente
modesto es capaz de provocar un efecto de una importancia tan considerable, que
puede movilizar recuerdos a largo plazo?
Desde mediados
del siglo pasado se ha desarrollado un modelo teórico que explica la
comunicación humana de la siguiente forma: la idea fundamental es que, la
comunicación lingüística entre humanos no se reduce a una sucesión autónoma de
palabras codificadas y luego decodificadas. Las palabras sólo pueden
comprenderse en el marco de un conjunto de hipótesis que los individuos
comunicantes tienen sobre el mundo. Para que la comunicación tenga lugar, es
indispensable un saber mutuo importante. Una comunicación eficaz se produce en
un contexto, un subconjunto de conocimientos o de hipótesis que los individuos
comunicantes tienen en común: información sobre el entorno físico inmediato,
hipótesis científicas, creencias religiosas, opiniones políticas, prejuicios
culturales múltiples, suposiciones sobre el estado mental del locutor, etc.
A este modelo
comunicacional, se le ha dado el nombre de inferencial, y se funda en "la
intención del individuo de que el enunciado tal, produzca cierto efecto en un
auditorio, mediante el reconocimiento de esa intención". En este supuesto,
el receptor infiere la intención del comunicador, aún en ausencia de código. Se
necesita, pues, un esfuerzo de cooperación entre los participantes, que
reconocen entre sí un mismo objetivo o un conjunto de objetivos en común.
De ésta forma,
los enunciados, las evidencias codificadas en forma lingüística, pasan a ser un
estímulo, "input" en la
terminología, que interviene en un proceso de inferencia no demostrativa que
provocará una interpretación particular del significado del hablante.
Uno de los
elementos centrales de ésta teoría, es lo atinente a la relevancia de los
estímulos o inputs, dicho de otra forma, que hace que prestemos atención a
ellos. Vale aclarar que la relevancia es una propiedad que atañe
potencialmente, no sólo a los enunciados u otros fenómenos perceptibles, sino también
a los pensamientos, a los recuerdos y a las conclusiones de las inferencias. En
los términos de ésta teoría, cualquier estímulo externo o representación
interna que sirva como input de un proceso cognitivo podrá considerarse
relevante para un sujeto en una ocasión determinada. Los enunciados en
particular, suscitan una serie de expectativas de relevancia, porque la
búsqueda de la relevancia es una característica fundamental del conocimiento
humano. Cualquier input (una percepción visual, un sonido, un enunciado, un
recuerdo) es relevante para un sujeto, cuando entra en contacto con una
información previa de la que éste dispone, produciendo con ello una serie de
resultados que le incumben, como, por ejemplo, responder a una pregunta que
tenía en su cabeza, aumentar su conocimiento sobre cierto asunto, resolver una
duda, confirmar una sospecha o corregir una idea equivocada. Se puede decir
que, un input es relevante para una persona, cuando su procesamiento en el
contexto de una serie de supuestos anteriormente disponibles produce un efecto
cognitivo positivo. Un efecto cognitivo positivo supone una diferencia
significativa para la representación mental que un sujeto tiene del mundo.
Obviamente, la
relevancia no es sólo cuestión de todo o nada, sino también de grado. Estamos
rodeados de inputs potencialmente relevantes, pero no atendemos a todos por
igual. Lo que hace que un input merezca nuestra atención, entre una multitud de
estímulos que compiten por ser relevantes, no es sólo que sea relevante, sino
más relevante que otro, que se nos presente en una misma ocasión. Dijimos
anteriormente que la relevancia de un input estaba dada por, la cantidad y
calidad de los efectos cognitivos positivos conseguidos al procesarlo. Según
las circunstancias, el mismo estímulo puede ser de mayor o menor importancia,
los mismos supuestos contextuales de mayor o menor accesibilidad, y los mismos
efectos cognitivos más fáciles o más difíciles de derivar. Por tanto, cuanto
mayor sea el esfuerzo requerido para una percepción, recuerdo o inferencia,
menor será la recompensa que alcancemos por su procesamiento, lo que incidirá
en disminuir nuestro grado de atención al mismo.
En resumen: a)
cuanto mayores sean los efectos cognitivos positivos conseguidos al procesar un
input, mayor será la relevancia del input para el sujeto en una ocasión
determinada. b) cuanto mayor sea el esfuerzo de procesamiento realizado, menor
será la relevancia del input para ese sujeto en esa ocasión concreta.
"La
tendencia cognitiva universal a maximizar la relevancia hace posible que, al
menos en cierto grado, se puedan predecir y manipular los estados mentales de
los demás. Si yo soy consciente de que usted tiene tendencia a escoger los
estímulos más relevantes entre aquellos de los que dispone en su entorno y a
procesarlos de tal modo que se maximice su relevancia, estoy entonces
capacitado para producir un estímulo que con toda probabilidad atraerá su
atención, le incitará a la activación de ciertos supuestos contextuales y le
conducirá hacia la conclusión a la que yo pretendía que usted llegara. Por
ejemplo, puedo dejar mi vaso vacío dentro de su campo visual, intentando que se
dé cuenta y concluya que quizá yo desee algo más de beber. Si bien éste no es
un caso de comunicación inferencial, sirve para ver como yo pretendí influir en
su mente, tan solo aprovechándome de su tendencia natural a maximizar la
relevancia". Sperber y Wilson (1986)
Tal vez convenga
enfatizar aquí, que para todo proceso comunicacional, es de importancia
decisiva ese “saber previo” o el conjunto de conocimientos e hipótesis que cada
uno de los participantes posea. Tanto para la asignación de relevancia al
estímulo, como para la consecutiva inferencia a desarrollar. Dicho de otra
forma, los inputs, activan no un significado universal, sino una construcción
conceptual compleja, casi individual,
que fue incorporada a nuestro arsenal de conocimientos mediante todas las
herramientas culturales a las que estuvimos “expuestos” desde nuestra
gestación. Subrayo casi individual, porque si bien nuestras experiencias vitales
son únicas, en el ambiente social en que nos desarrollamos existen, y cada vez
mas ostensiblemente, elementos de sincronización cultural, sutiles o evidentes,
que se encargan de acuñar en nuestros cerebros una “cultura” de significados
comunes que tienen por objeto unificar la respuesta a determinados inputs.
Así, esto que en
un principio parece bueno (ese “saber previo” que es el fundamento de nuestra
educación formal) imaginemos el idioma que nos permite interactuar con nuestros
compatriotas, se transforma en un condicionante de nuestra libertad de
decisiones, cuando los “moldes” conceptuales incorporados fueron manipulados
intencionadamente para inducir conclusiones y consecuentemente conductas.
En las últimas
décadas, la actualización del conocimiento funcional de nuestros cerebros
mediante pruebas de imagen en condiciones experimentalmente controladas, ha
aportado los elementos que permiten confirmar que los mecanismos antes
desarrollados, se corresponden con nuestra forma de comunicarnos.
Se comprenderá
así, porque durante siglos, reyes y emperadores encargaban celosamente la
educación de sus herederos a los más reconocidos personajes culturales de su
época. Del mismo modo, porque, en la actualidad, los poseedores de la capacidad
de “formar opinión” (no me estoy refiriendo aquí a los docentes de la educación
formal, los cuales creo, han sido rezagados de ese rol) han acumulado tanta
importancia y poder, en el último medio siglo.