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lunes, 7 de octubre de 2013

Apuntes sobre la individualidad de nuestros pensamientos.





Uno de los paradigmas sobre el cual se asienta la construcción y validación de nuestro sistema cultural actual, tiene por verdadera la noción del "libre albedrío", en el sentido de que somos individuos responsables de nuestras decisiones y comportamientos. Creo, sin temor a equivocarme, que la mayoría de nosotros considera nuestro punto de vista sobre tal o cual cosa, y nuestras preferencias políticas y religiosas como construcciones propias, dignas de ser presentadas socialmente y hasta defendidas emocionalmente ante la contraposición de otros que, a su vez, defienden distintas posturas con la misma certeza.
Se me ocurre que si ahondamos en el análisis cognoscitivo de éste tema, podemos encontrar algunas inconsistencias.
Empecemos por el sentido del "yo", esencial para la percepción del autorreconocimiento. Lo primero a saber es que dicha propiedad no es innata, así como tampoco privativa de los humanos, ya que también se observa en otros primates, delfines y elefantes. Con todos ellos tenemos un elemento en común como especie, esencial para éste, como es una rica interacción madre/hijo, que perdura bastante en el tiempo. Curiosamente, los orangutanes y los gorilas no pasan la prueba del autorreconocimiento, salvo que, hayan sido criados en un entorno con estrecha vinculación humana, lo que implica que el contexto social tiene una importancia fundamental en el desarrollo de ésta capacidad.
Cronológicamente, los niños de nuestra especie (nosotros) comienzan a tener comportamientos que evidencian la identificación  del yo cerca de la finalización del segundo año de vida.
Ahora bien, dado que el sentido del yo no se constituye hereditariamente como el sentido de la visión, donde está y cómo funciona?
Lo primero a convenir es que constituye una característica funcional de una parte de nuestro cerebro (para los curiosos: está ubicado en la circunvolución supra marginal del lóbulo parietal derecho), y está condicionado por el funcionamiento de un tipo especial de células llamadas neuronas "espejo". Esto es importante, porque las neuronas espejo y sus primas las superneuronas espejo, fueron descubiertas recientemente de forma accidental, y el análisis de su funcionamiento ha dado explicación fisiológica a aspectos de nuestra conducta que hasta hace poco no eran tan claros.
Lo atinente de esta descripción, es que dichas neuronas tienen una función imitativa de los estímulos conductales al alcance de nuestros sentidos, y una capacidad plástica de desarrollar interconexiones funcionales con otras partes de nuestro cerebro, sobre todo con la parte más nueva evolutivamente, que podríamos llamar "cerebro racional" o humano.
Esto quiere decir que, nuestra conducta en el sentido más amplio, y nuestra percepción del yo, se construyen epigenéticamente por interacción con el otro. Concepto éste clave para entender el comportamiento social de los humanos, sobre todo la necesidad que tenemos de encuadrar lo más armónicamente posible con nuestro contexto social.
Nosotros, los humanos, somos animales sociales, y nuestros cerebros han evolucionado en el desarrollo de mecanismos de observación de los estímulos sociales que nos rodean. Estos mecanismos a su vez, producen influencias imitativas automáticas, de las cuales por lo general no somos conscientes, y que condicionan nuestra autonomía ante las influencias sociales.
Se sabe además que los seres humanos estamos genéticamente predispuestos a buscar ciertas señales para  evaluar en que creer, señales que a menudo son independientes de la realidad de la creencia. Este condicionante involuntario ejerce una presión notable hacia la atención y aceptación de dichas señales. Una de ellas es el número de personas que comparten la creencia. Otra es el respaldo o autoridad social que tiene la señal.
Por tanto puede decirse que: en la elaboración de nuestros juicios de valor, la influencia de las señales sociales tienen una fuerza condicionante. Lo que nos llevaría a replantear el concepto de libre albedrío, tal como se lo conoce históricamente.
Agreguemos a esto que, como nunca había sucedido en la historia de la humanidad, la cantidad de estímulos sociales "virtuales" a los que estamos expuestos, casi desde que abrimos por primera vez los ojos es muy superior a la cantidad de estímulos "naturales" que nos rodean, lo que ha ocasionado que alguien hable del "homo videns".
Es obvio que esto que yo describo acá muy sintéticamente, ha sido analizado en profundidad y experimentalmente desde hace bastante tiempo por las "usinas culturales" de lo que llamamos el primer mundo. De lo que derivó su utilización práctica, o sea, la manipulación de las señales sociales que nos llegan virtualmente para inducir mediante la utilización de esos condicionantes biológicos que poseemos, desde, preferencias en el consumo de bienes y servicios, hasta creencias políticas y culturales.
Lo paradójico de esto es que, la cultura dominante actual, al menos en  el mundo occidental, pivotea sobre el paradigma del indivuo o individualismo, de su elección única y personal, cuando en realidad pone todos los esfuerzos por lograr lo contrario.
Si podemos darnos cuenta de esto, estaremos haciendo el esfuerzo biológico suficiente para escapar de nuestros condicionamientos dominantes, y eso sería bueno. O sea estaríamos usando esa maravillosa herramienta evolutiva que se llama neo córtex en nuestro cerebro, para que nos permita afrontar con diversidad los desafíos futuros de nuestra supervivencia. Caso contrario repetiríamos el comportamiento ancestral de la manada, en la cual, si su líder tiene éxito, podremos llegar al agua, pero, si fracasa, seremos presa de los predadores...

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