Uno de los
paradigmas sobre el cual se asienta la construcción y validación de nuestro
sistema cultural actual, tiene por verdadera la noción del "libre albedrío", en el sentido de
que somos individuos responsables de nuestras decisiones y comportamientos.
Creo, sin temor a equivocarme, que la mayoría de nosotros considera nuestro
punto de vista sobre tal o cual cosa, y nuestras preferencias políticas y
religiosas como construcciones propias, dignas de ser presentadas socialmente y
hasta defendidas emocionalmente ante la contraposición de otros que, a su vez,
defienden distintas posturas con la misma certeza.
Se me ocurre que
si ahondamos en el análisis cognoscitivo de éste tema, podemos encontrar
algunas inconsistencias.
Empecemos por el
sentido del "yo", esencial para la percepción del
autorreconocimiento. Lo primero a saber es que dicha propiedad no es innata,
así como tampoco privativa de los humanos, ya que también se observa en otros
primates, delfines y elefantes. Con todos ellos tenemos un elemento en común
como especie, esencial para éste, como es una rica interacción madre/hijo, que
perdura bastante en el tiempo. Curiosamente, los orangutanes y los gorilas no
pasan la prueba del autorreconocimiento, salvo que, hayan sido criados en un
entorno con estrecha vinculación humana, lo que implica que el contexto social
tiene una importancia fundamental en el desarrollo de ésta capacidad.
Cronológicamente,
los niños de nuestra especie (nosotros) comienzan a tener comportamientos que
evidencian la identificación del yo
cerca de la finalización del segundo año de vida.
Ahora bien, dado
que el sentido del yo no se constituye hereditariamente como el sentido de la
visión, donde está y cómo funciona?
Lo primero a
convenir es que constituye una característica funcional de una parte de nuestro
cerebro (para
los curiosos: está ubicado en la circunvolución supra marginal del lóbulo
parietal derecho), y está
condicionado por el funcionamiento de un tipo especial de células llamadas
neuronas "espejo". Esto es importante, porque las neuronas espejo y
sus primas las superneuronas espejo, fueron descubiertas recientemente de forma
accidental, y el análisis de su funcionamiento ha dado explicación fisiológica
a aspectos de nuestra conducta que hasta hace poco no eran tan claros.
Lo atinente de
esta descripción, es que dichas neuronas tienen una función imitativa de los
estímulos conductales al alcance de nuestros sentidos, y una capacidad plástica
de desarrollar interconexiones funcionales con otras partes de nuestro cerebro,
sobre todo con la parte más nueva evolutivamente, que podríamos llamar
"cerebro racional" o humano.
Esto quiere decir
que, nuestra conducta en el sentido más amplio, y nuestra percepción del yo, se
construyen epigenéticamente por interacción con el otro. Concepto éste clave
para entender el comportamiento social de los humanos, sobre todo la necesidad
que tenemos de encuadrar lo más armónicamente posible con nuestro contexto
social.
Nosotros, los
humanos, somos animales sociales, y nuestros cerebros han evolucionado en el
desarrollo de mecanismos de observación de los estímulos sociales que nos
rodean. Estos mecanismos a su vez, producen influencias imitativas automáticas,
de las cuales por lo general no somos conscientes, y que condicionan nuestra
autonomía ante las influencias sociales.
Se sabe además
que los seres humanos estamos genéticamente predispuestos a buscar ciertas
señales para evaluar en que creer,
señales que a menudo son independientes de la realidad de la creencia. Este
condicionante involuntario ejerce una presión notable hacia la atención y
aceptación de dichas señales. Una de ellas es el número de personas que
comparten la creencia. Otra es el respaldo o autoridad social que tiene la
señal.
Por tanto puede
decirse que: en la elaboración de nuestros juicios de valor, la influencia de
las señales sociales tienen una fuerza condicionante. Lo que nos llevaría a
replantear el concepto de libre albedrío, tal como se lo conoce históricamente.
Agreguemos a esto
que, como nunca había sucedido en la historia de la humanidad, la cantidad de estímulos
sociales "virtuales" a los que estamos expuestos, casi desde que
abrimos por primera vez los ojos es muy superior a la cantidad de estímulos "naturales"
que nos rodean, lo que ha ocasionado que alguien hable del "homo
videns".
Es obvio que esto
que yo describo acá muy sintéticamente, ha sido analizado en profundidad y
experimentalmente desde hace bastante tiempo por las "usinas
culturales" de lo que llamamos el primer mundo. De lo que derivó su
utilización práctica, o sea, la manipulación de las señales sociales que nos
llegan virtualmente para inducir mediante la utilización de esos condicionantes
biológicos que poseemos, desde, preferencias en el consumo de bienes y
servicios, hasta creencias políticas y culturales.
Lo paradójico de esto
es que, la cultura dominante actual, al menos en el mundo occidental, pivotea sobre el
paradigma del indivuo o individualismo, de su elección única y personal, cuando
en realidad pone todos los esfuerzos por lograr lo contrario.
Si podemos darnos
cuenta de esto, estaremos haciendo el esfuerzo biológico suficiente para
escapar de nuestros condicionamientos dominantes, y eso sería bueno. O sea
estaríamos usando esa maravillosa herramienta evolutiva que se llama neo córtex
en nuestro cerebro, para que nos permita afrontar con diversidad los desafíos
futuros de nuestra supervivencia. Caso contrario repetiríamos el comportamiento
ancestral de la manada, en la cual, si su líder tiene éxito, podremos llegar al
agua, pero, si fracasa, seremos presa de los predadores...
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