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lunes, 14 de octubre de 2013

La Comunicación entre humanos



Sobre la comunicación, o la forma en que interpretamos al otro...

Como es obvio, en el plano social, los hombres no se comunican entre sí directamente de cerebro a cerebro, sino por medio de procesos especializados en la comunicación, me parece interesante desarrollar su funcionamiento, para así intentar entender el porqué de ciertas conductas.

Sobre la importancia de la comunicación humana, se me ocurre referenciarme en un par de relatos, uno bíblico, que debe ser por todos conocidos: La torre de Babel (génesis 11:1-9), según dicho relato, después del diluvio, los habitantes de la tierra tenían "una sola lengua y unas mismas palabras", lo que fue decisivo para que, establecidos en una llanura de la tierra de Sinar, colaboraran todos, utilizando nuevas tecnologías (ladrillos de barro cocido en lugar de piedras), en la construcción de una ciudad y en su centro una torre, que debería llegar al cielo. Enterado de esto, Jehova, en un típico lenguaje monárquico que después será continuado por el capitalismo, dice: "he aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, ... confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero." En hebreo balal significa confundir.
Para quienes hayan visto la película Stargate, no habrá pasado desapercibido que el descifrar escrituras abre puertas... o, casualmente, al cielo. Además la película agrega el condimento de que el dios Ra tiene prohibida la escritura y la lectura al pueblo, para evitar su organización y rebelión.
Cualquier semejanza entre estos relatos y la función de los medios de comunicación actual, corre por cuenta de quien lo piense...

La vinculación conceptual utilizada no es aleatoria, tiene que ver, con lo que yo considero una de las adquisiciones mas evolucionadas e importantes de la comunicación humana, cual es la de avanzar y construir en conjunto, dado que somos individuos sociales, y es, ésta herramienta, la que nos ha hecho llegar hasta los confines de nuestra galaxia (el cielo de la Biblia?). Dicho de una forma mas vulgar, la falta de comunicación avanzada no hubiera impedido el apareamiento y no pondría en peligro nuestra supervivencia en el planeta.

Ahora bien, desde que el hombre escribe sus pensamientos, siempre ha demostrado interés en desarrollar explicaciones teóricas para éste fenómeno. Así, desde Aristóteles hasta mediados del siglo pasado, la comunicación se explicaba con un modelo de códigos en el que comunicarse consistía en codificar y decodificar mensajes. Sin embargo este modelo teórico no aportaba respuesta a fenómenos mas complejos, como son la comprensión de los pensamientos, o,  la paradoja chomskiana de la pobreza del estímulo y de la riqueza de los conocimientos internos. Dice Chomsky, ¿cómo una palabra, de significado intrínsecamente modesto es capaz de provocar un efecto de una importancia tan considerable, que puede movilizar recuerdos a largo plazo?

Desde mediados del siglo pasado se ha desarrollado un modelo teórico que explica la comunicación humana de la siguiente forma: la idea fundamental es que, la comunicación lingüística entre humanos no se reduce a una sucesión autónoma de palabras codificadas y luego decodificadas. Las palabras sólo pueden comprenderse en el marco de un conjunto de hipótesis que los individuos comunicantes tienen sobre el mundo. Para que la comunicación tenga lugar, es indispensable un saber mutuo importante. Una comunicación eficaz se produce en un contexto, un subconjunto de conocimientos o de hipótesis que los individuos comunicantes tienen en común: información sobre el entorno físico inmediato, hipótesis científicas, creencias religiosas, opiniones políticas, prejuicios culturales múltiples, suposiciones sobre el estado mental del locutor, etc.
A este modelo comunicacional, se le ha dado el nombre de inferencial, y se funda en "la intención del individuo de que el enunciado tal, produzca cierto efecto en un auditorio, mediante el reconocimiento de esa intención". En este supuesto, el receptor infiere la intención del comunicador, aún en ausencia de código. Se necesita, pues, un esfuerzo de cooperación entre los participantes, que reconocen entre sí un mismo objetivo o un conjunto de objetivos en común.
De ésta forma, los enunciados, las evidencias codificadas en forma lingüística, pasan a ser un estímulo, "input" en la terminología, que interviene en un proceso de inferencia no demostrativa que provocará una interpretación particular del significado del hablante.
Uno de los elementos centrales de ésta teoría, es lo atinente a la relevancia de los estímulos o inputs, dicho de otra forma, que hace que prestemos atención a ellos. Vale aclarar que la relevancia es una propiedad que atañe potencialmente, no sólo a los enunciados u otros fenómenos perceptibles, sino también a los pensamientos, a los recuerdos y a las conclusiones de las inferencias. En los términos de ésta teoría, cualquier estímulo externo o representación interna que sirva como input de un proceso cognitivo podrá considerarse relevante para un sujeto en una ocasión determinada. Los enunciados en particular, suscitan una serie de expectativas de relevancia, porque la búsqueda de la relevancia es una característica fundamental del conocimiento humano. Cualquier input (una percepción visual, un sonido, un enunciado, un recuerdo) es relevante para un sujeto, cuando entra en contacto con una información previa de la que éste dispone, produciendo con ello una serie de resultados que le incumben, como, por ejemplo, responder a una pregunta que tenía en su cabeza, aumentar su conocimiento sobre cierto asunto, resolver una duda, confirmar una sospecha o corregir una idea equivocada. Se puede decir que, un input es relevante para una persona, cuando su procesamiento en el contexto de una serie de supuestos anteriormente disponibles produce un efecto cognitivo positivo. Un efecto cognitivo positivo supone una diferencia significativa para la representación mental que un sujeto tiene del mundo.
Obviamente, la relevancia no es sólo cuestión de todo o nada, sino también de grado. Estamos rodeados de inputs potencialmente relevantes, pero no atendemos a todos por igual. Lo que hace que un input merezca nuestra atención, entre una multitud de estímulos que compiten por ser relevantes, no es sólo que sea relevante, sino más relevante que otro, que se nos presente en una misma ocasión. Dijimos anteriormente que la relevancia de un input estaba dada por, la cantidad y calidad de los efectos cognitivos positivos conseguidos al procesarlo. Según las circunstancias, el mismo estímulo puede ser de mayor o menor importancia, los mismos supuestos contextuales de mayor o menor accesibilidad, y los mismos efectos cognitivos más fáciles o más difíciles de derivar. Por tanto, cuanto mayor sea el esfuerzo requerido para una percepción, recuerdo o inferencia, menor será la recompensa que alcancemos por su procesamiento, lo que incidirá en disminuir nuestro grado de atención al mismo.

En resumen: a) cuanto mayores sean los efectos cognitivos positivos conseguidos al procesar un input, mayor será la relevancia del input para el sujeto en una ocasión determinada. b) cuanto mayor sea el esfuerzo de procesamiento realizado, menor será la relevancia del input para ese sujeto en esa ocasión concreta.

"La tendencia cognitiva universal a maximizar la relevancia hace posible que, al menos en cierto grado, se puedan predecir y manipular los estados mentales de los demás. Si yo soy consciente de que usted tiene tendencia a escoger los estímulos más relevantes entre aquellos de los que dispone en su entorno y a procesarlos de tal modo que se maximice su relevancia, estoy entonces capacitado para producir un estímulo que con toda probabilidad atraerá su atención, le incitará a la activación de ciertos supuestos contextuales y le conducirá hacia la conclusión a la que yo pretendía que usted llegara. Por ejemplo, puedo dejar mi vaso vacío dentro de su campo visual, intentando que se dé cuenta y concluya que quizá yo desee algo más de beber. Si bien éste no es un caso de comunicación inferencial, sirve para ver como yo pretendí influir en su mente, tan solo aprovechándome de su tendencia natural a maximizar la relevancia". Sperber y Wilson (1986)

Tal vez convenga enfatizar aquí, que para todo proceso comunicacional, es de importancia decisiva ese “saber previo” o el conjunto de conocimientos e hipótesis que cada uno de los participantes posea. Tanto para la asignación de relevancia al estímulo, como para la consecutiva inferencia a desarrollar. Dicho de otra forma, los inputs, activan no un significado universal, sino una construcción conceptual compleja, casi individual, que fue incorporada a nuestro arsenal de conocimientos mediante todas las herramientas culturales a las que estuvimos “expuestos” desde nuestra gestación. Subrayo casi individual, porque si bien nuestras experiencias vitales son únicas, en el ambiente social en que nos desarrollamos existen, y cada vez mas ostensiblemente, elementos de sincronización cultural, sutiles o evidentes, que se encargan de acuñar en nuestros cerebros una “cultura” de significados comunes que tienen por objeto unificar la respuesta a determinados inputs.
Así, esto que en un principio parece bueno (ese “saber previo” que es el fundamento de nuestra educación formal) imaginemos el idioma que nos permite interactuar con nuestros compatriotas, se transforma en un condicionante de nuestra libertad de decisiones, cuando los “moldes” conceptuales incorporados fueron manipulados intencionadamente para inducir conclusiones y consecuentemente conductas.

En las últimas décadas, la actualización del conocimiento funcional de nuestros cerebros mediante pruebas de imagen en condiciones experimentalmente controladas, ha aportado los elementos que permiten confirmar que los mecanismos antes desarrollados, se corresponden con nuestra forma de comunicarnos.

Se comprenderá así, porque durante siglos, reyes y emperadores encargaban celosamente la educación de sus herederos a los más reconocidos personajes culturales de su época. Del mismo modo, porque, en la actualidad, los poseedores de la capacidad de “formar opinión” (no me estoy refiriendo aquí a los docentes de la educación formal, los cuales creo, han sido rezagados de ese rol) han acumulado tanta importancia y poder, en el último medio siglo.


lunes, 7 de octubre de 2013

Apuntes sobre la individualidad de nuestros pensamientos.





Uno de los paradigmas sobre el cual se asienta la construcción y validación de nuestro sistema cultural actual, tiene por verdadera la noción del "libre albedrío", en el sentido de que somos individuos responsables de nuestras decisiones y comportamientos. Creo, sin temor a equivocarme, que la mayoría de nosotros considera nuestro punto de vista sobre tal o cual cosa, y nuestras preferencias políticas y religiosas como construcciones propias, dignas de ser presentadas socialmente y hasta defendidas emocionalmente ante la contraposición de otros que, a su vez, defienden distintas posturas con la misma certeza.
Se me ocurre que si ahondamos en el análisis cognoscitivo de éste tema, podemos encontrar algunas inconsistencias.
Empecemos por el sentido del "yo", esencial para la percepción del autorreconocimiento. Lo primero a saber es que dicha propiedad no es innata, así como tampoco privativa de los humanos, ya que también se observa en otros primates, delfines y elefantes. Con todos ellos tenemos un elemento en común como especie, esencial para éste, como es una rica interacción madre/hijo, que perdura bastante en el tiempo. Curiosamente, los orangutanes y los gorilas no pasan la prueba del autorreconocimiento, salvo que, hayan sido criados en un entorno con estrecha vinculación humana, lo que implica que el contexto social tiene una importancia fundamental en el desarrollo de ésta capacidad.
Cronológicamente, los niños de nuestra especie (nosotros) comienzan a tener comportamientos que evidencian la identificación  del yo cerca de la finalización del segundo año de vida.
Ahora bien, dado que el sentido del yo no se constituye hereditariamente como el sentido de la visión, donde está y cómo funciona?
Lo primero a convenir es que constituye una característica funcional de una parte de nuestro cerebro (para los curiosos: está ubicado en la circunvolución supra marginal del lóbulo parietal derecho), y está condicionado por el funcionamiento de un tipo especial de células llamadas neuronas "espejo". Esto es importante, porque las neuronas espejo y sus primas las superneuronas espejo, fueron descubiertas recientemente de forma accidental, y el análisis de su funcionamiento ha dado explicación fisiológica a aspectos de nuestra conducta que hasta hace poco no eran tan claros.
Lo atinente de esta descripción, es que dichas neuronas tienen una función imitativa de los estímulos conductales al alcance de nuestros sentidos, y una capacidad plástica de desarrollar interconexiones funcionales con otras partes de nuestro cerebro, sobre todo con la parte más nueva evolutivamente, que podríamos llamar "cerebro racional" o humano.
Esto quiere decir que, nuestra conducta en el sentido más amplio, y nuestra percepción del yo, se construyen epigenéticamente por interacción con el otro. Concepto éste clave para entender el comportamiento social de los humanos, sobre todo la necesidad que tenemos de encuadrar lo más armónicamente posible con nuestro contexto social.
Nosotros, los humanos, somos animales sociales, y nuestros cerebros han evolucionado en el desarrollo de mecanismos de observación de los estímulos sociales que nos rodean. Estos mecanismos a su vez, producen influencias imitativas automáticas, de las cuales por lo general no somos conscientes, y que condicionan nuestra autonomía ante las influencias sociales.
Se sabe además que los seres humanos estamos genéticamente predispuestos a buscar ciertas señales para  evaluar en que creer, señales que a menudo son independientes de la realidad de la creencia. Este condicionante involuntario ejerce una presión notable hacia la atención y aceptación de dichas señales. Una de ellas es el número de personas que comparten la creencia. Otra es el respaldo o autoridad social que tiene la señal.
Por tanto puede decirse que: en la elaboración de nuestros juicios de valor, la influencia de las señales sociales tienen una fuerza condicionante. Lo que nos llevaría a replantear el concepto de libre albedrío, tal como se lo conoce históricamente.
Agreguemos a esto que, como nunca había sucedido en la historia de la humanidad, la cantidad de estímulos sociales "virtuales" a los que estamos expuestos, casi desde que abrimos por primera vez los ojos es muy superior a la cantidad de estímulos "naturales" que nos rodean, lo que ha ocasionado que alguien hable del "homo videns".
Es obvio que esto que yo describo acá muy sintéticamente, ha sido analizado en profundidad y experimentalmente desde hace bastante tiempo por las "usinas culturales" de lo que llamamos el primer mundo. De lo que derivó su utilización práctica, o sea, la manipulación de las señales sociales que nos llegan virtualmente para inducir mediante la utilización de esos condicionantes biológicos que poseemos, desde, preferencias en el consumo de bienes y servicios, hasta creencias políticas y culturales.
Lo paradójico de esto es que, la cultura dominante actual, al menos en  el mundo occidental, pivotea sobre el paradigma del indivuo o individualismo, de su elección única y personal, cuando en realidad pone todos los esfuerzos por lograr lo contrario.
Si podemos darnos cuenta de esto, estaremos haciendo el esfuerzo biológico suficiente para escapar de nuestros condicionamientos dominantes, y eso sería bueno. O sea estaríamos usando esa maravillosa herramienta evolutiva que se llama neo córtex en nuestro cerebro, para que nos permita afrontar con diversidad los desafíos futuros de nuestra supervivencia. Caso contrario repetiríamos el comportamiento ancestral de la manada, en la cual, si su líder tiene éxito, podremos llegar al agua, pero, si fracasa, seremos presa de los predadores...